Una experiencia africana





¿Para qué poner de entrada "África Oriental si sólo voy a contar cosas de Nakivale-Uganda?

Comencemos con algunos datos:

Nombre: Nakivale refugee settlement (que no es lo mismo que "refugee camp", ya veremos luego)
Población oficial: 60,992  (Marzo, 2014)
Tamaño: 185 km² que incluye 3 zonas (Rubondo, Base camp y Juru) más 79 poblados.
Composición de la población:

Fuente: UNHCR, 2014


Pues bien, vivir en Nakivale no es vivir en Uganda, realmente es vivir en una mezcla de creencias, culturas, religiones, ideas políticas y hasta fragmentos de nación. Fue fundado en 1951. La tabla de arriba muestra la composición oficial del asentamiento y lo divide en tres zonas, pero realmente hay más que esas tres partes. El territorio que compone el asentamiento es inmenso y por eso se ven concentraciones de gente en algunos puntos del camino y luego grandes extensiones de tierra árida que conectan otras poblaciones. El base camp es el centro de todo. Allí están las sedes de las organizaciones que administran y regulan el asentamiento y es donde la mayor parte de la población quiere vivir. Para ponerlo en términos que tal vez no se ajusten muy bien a esta realidad podríamos decir que el base camp es la parte urbana y que los otros poblados son rurales.

El base camp a su vez tiene vecindarios, divisiones que recuerdan el origen de algunas naciones de donde provienen sus habitantes, aunque no siempre corresponde exactamente con su población. Así encontramos un New Congo, Sudan, Etiopia, Kigali, entre otros barrios con identidad propia. New Congo es, por ejemplo, uno de los barrios más vibrantes de Nakivale, lleno de pequeños negocios que van desde tiendas de abarrotes, bares, restaurantes, hasta salones de belleza, tiendas de ropa y confección. Encontrar tanto movimiento, así como la composición misma del asentamiento me sorprendió. Pasados algunos días entendí de dónde venía mi sorpresa: yo esperaba un campo de refugiados, un campo, esto en cambio es un asentamiento (Nakivale, refugee settlement).

Nakivale no es un terreno lleno de carpas y tiendas de campaña. Se parece más a un pueblo. Un pueblo muy modesto, eso sí, pero sus casas son de paredes firmes hechas con adobe y tejas de zinc o techo de paja en otros casos. Aunque las condiciones de vida en un terreno tan árido como éste hacen ver aún mayores las dificultades para la vida cotidiana, Nakivale me dio una impresión muy distinta a lo que yo imaginaba de un campo de refugiados. Este lugar es un limbo indefinible donde lo temporal se convierte en permanente sin preguntar.

El limbo 

Patricio me dice que no le interesa volver a Congo, esa tierra no tiene nada que le interese ahora. Sus esperanzas están puestas en Estados Unidos, en ser refugiado pero allá, no en Uganda.

- Si voy a Estados Unidos aún seré un refugiado - me dice - y así será por el resto de mi vida.

Estamos en la oficina de la ONG en la que trabaja como recepcionista. Trabaja allí desde hace un par de años. Tiene 20 años, lleva 16 en Nakivale. Cuando me lo presentaron una de las primeras cosas que oí sobre él es que iba a ser reasentado en Estados Unidos y eso me hizo pensar que se trataba de algo que iba a pasar muy pronto. Luego me di cuenta de lo que realmente significaba, o al menos lo que no significaba. Déjenme explicarme:

La situaciones prolongadas de refugiados (en inglés protracted refugee situations) es el nombre con el que se denomina aquellas circunstancias en que un grupo de personas de una misma nacionalidad se encuentran viviendo en el exilio por un periodo mayor a cinco años y no es clara la solución a esta situación. ACNUR prevé tres alternativas que en teoría resolverían esto, pero en la práctica las cosas son muy distintas. Las situaciones contempladas son: 1. Integración a la sociedad del país de acogida. 2. Retorno voluntario. 3. Reasentamiento en un tercer país. En 2011 se contaban alrededor de 7 millones de personas en esta situación en el mundo, lo que muestra que tales opciones no funcionan muy bien. Y pues claro, Nakivale es uno de esos casos.

La política del gobierno de Uganda se podría denominar como muy progresista en algunos de sus sentidos comparada con otros países que reciben población en busca de asilo. Uganda no sólo recibe a las personas que piden asilo, sino que los recoge en las fronteras, los lleva a los centros de recepción y les asigna un kit básico y, sorprendentemente para mí, les asigna un pedazo de tierra. Sí, los refugiados que llegan a Uganda tienen garantizado un terreno propio. Ahora, esto no quiere decir que sea el paraíso. Uganda es un país empobrecido como tantos otros países de la región, así que la tierra que reciben los refugiados es generalmente una tierra en condiciones muy limitadas, no en los suelos más fértiles y sobre todo, no todos los refugiados saben labrar la tierra. Por eso esta solución no es perfecta en lo absoluto. Aún no así no puedo dejar de sorprenderme y hacer paralelos con tantas otras fronteras del norte global que no hacen ni el 1% de lo que hace Uganda con ayuda de las agencias humanitarias. Ahora, esa "ayuda" tiene sus bemoles, como todo en esta vida.

A este tema le he dado muchas vueltas, así que a mis puntos ya les tengo contrapunteos, críticas que surgieron a raíz de mi diario vivir en el asentamiento. La más grande y dolorosa es la de pensar en que todo esto es un negocio, un gran negocio de lo que algunos han llamado Los señores de la pobreza. Graham Hancock lo describió muy bien en su libro Lords of Poverty donde explica cómo esto se reduce a un negocio multinacional donde sólo un porcentaje muy pequeño de las supuestas ayudas humanitarias llegan a ser efectivas. Ese libro no lo conocía, aunque intuía algo de sus argumentos y ha hecho parte de las discusiones con algunos de los compañeros de mi programa. El libro me lo recomendó un hombre muy particular al que podría dedicarle una entrada completa en este blog. Un hombre de 60 años que dijo tener 50 en sus papeles de registro como refugiado y que parece más preparado que algunos profesores que he tenido. Aunque este hombre no es el refugiado promedio (si es que puedo decir eso sin ser muy incorrecta), es un buen ejemplo de cómo desde diferentes niveles las personas que viven en situaciones prolongadas son conscientes de quiénes son y qué significan para el mundo.

Y pues bien, en este limbo irremediable hasta ahora la gente sueña con más fuerzas con ser reasentado en otro país, en el Norte Global, como Patricio. El retorno pocas veces es una opción y la integración a la sociedad del país de acogida es por lo general muy débil. Ser reasentado se presenta como el gran sueño, el paraíso. El problema es que el proceso nunca es claro, es lento y puede simplemente nunca ocurrir, incluso luego de haber sido notificado.


Nakivale - la jaula - el arte

Grace, bailarín de hip hop y danza contemporánea en uno de los ensayos

Esta entrada no la terminé de escribir en Uganda. La escribo ahora desde el Norte Global y eso me ha dado el tiempo necesario para pensarme esta experiencia con un poco más de calma y distancia. Para muchos Nakivale es una jaula y esa sensación de estar atrapado tiene consecuencias diferentes para unos y otros. Unos sólo esperan y viven con lo que tienen a la mano, quejándose de la reducción en las raciones que reciben por pertenecer a grupos que ya llevan suficiente tiempo para sostenerse por otros medios, o eso es lo que piensan las autoridades del campo. No los juzgo, tal vez yo sería uno de ellos. Pero hay otros, otros que se mantienen activos, que buscan opciones. Ahí encontré la magia de Nakivale, con Patrick, mi amigo y su grupo de gente que lo apoya y lo sigue en cada uno de sus proyectos increíbles e inspiradores. ¿Cómo no hablar de Patrick y el centro cultural que construye con botellas de plástico rellenas de arena para que los jóvenes tengan un espacio donde aprender?

Varios proyectos artísticos han nacido en Nakivale. El asentamiento tiene un estudio de grabación y hay artistas trabajando en diferentes áreas. Nakivart es uno de esos proyectos y fue producto de una colaboración entre un par de estudiantes de la maestría que hago y algunos jóvenes de Nakivale en el 2014. Esta vez me tocó a mi ver proyectos de danza y de construcción de su próximo centro juvenil. Antes habían trabajado en un CD con canciones sobre la vida en este lugar, como se ve aquí o en la canción que ven más adelante.


Nakivale Song

You are the home when we don’t have other
The lonely nest of asylum seekers
It’s your thirsty land that gives us maize and beans

But Nakivale, we can’t forgive you
You make people try to cross the oceans
Looking for relief to their polluted lives
Making them forget their past and their homelands
O Nakivale, we’ll never trust you

You are the wine, for those in trouble
But a breeding place for the biggest crimes
You keep on feeding the future war lords
O Nakivalve, you are the hell where we live


Why do we keep on closing our eyes?
Why can’t we see how beautiful is life?
Why do we keep on closing our minds?
Why don’t we try to fly above the sky?
Why can’t we try to fly above the sky?

Autor Anónimo. Cantantes Crispin Kabuya y Matteo Carbognani (Sauti Zetu Nakivale, 2015)




Estas canciones y las iniciativas culturales en general son sólo una cara de las muchas que tiene este lugar. Las expectativas y las formas de vivir el, y en el, asentamiento varían entre quienes recién llegan, quienes llevan varios años allí y ni qué decir de aquellos que sueñan con ser reasentados porque algo de ese proceso ya ha empezado. Ahora, decir esto es una obviedad, cada persona vive y habla de su experiencia de acuerdo con quién es. Sin embargo, al vivir en Nakivale me di cuenta de que el tiempo de permanencia en el campo tenía un impacto importante en las ideas de futuro que cada familia o cada persona me contaba.

El mundo de los muzungus

Las ideas sobre el mundo de los blancos, el mundo de los muzungus, está llena de imaginarios que mezclan mitos y realidades sobre lo que representa ese lugar desconocido. Algunas de esas ideas son el motor que alimenta los sueños de muchos de los habitantes de Nakivale (no sólo refugiados, sino nacionales de Uganda) y de una forma muy desafortunada reproduce estereotipos coloniales y racistas.

Como colombiana fue muy curiosa la forma en que sentí que fui recibida y percibida. Como decir Colombia para muchos no significa nada, pero queda en América, y como viajaba con una amiga de Estados Unidos, por extensión me convertí en "americana". Así a mí me tocaba responder preguntas sobre cómo eran nuestras casas, nuestras formas de comer, de compartir con los vecinos, etc. Por supuesto que intenté explicarles qué era Colombia y cómo éramos de parecidos. Sin embargo en un punto me di cuenta que no tenía más sentido porque lo que querían oír era historias de ese mundo occidental. Que por qué comíamos tanta ensalada, que cómo era posible que alguien fuera vegetariano, qué si era verdad que Obama iba a ser presidente por siempre, que porque eso había salido en una película (esto fue antes de las elecciones), que si era verdad que no saludábamos a los vecinos, que si la ropa era cara, que cierto que sí, que en América estaba prohibido ser racista, que iba contra la ley. Mi amiga gringa explicó cuidadosamente, de la mejor manera que pudo, aclarando que el racismo aún existía, aunque fuera ilegal en el papel. A algunos pude contarles que en Colombia teníamos tantas variedades de plátano como ellos, aunque lo preparamos diferente, y que había gente negra también, cosa que les sorprendía muchísimo. Para algunos otros Colombia es el país de James, de Falcao o del arquero loco que tapaba con los pies en forma de escorpión. El poder del fútbol, como siempre presente.

Uno de los que me habló de Colombia, y hasta me dijo algunas palabras en español, fue mi guía en la práctica que estaba haciendo. De forma paciente, Robert me llevaba en su moto a visitar las comunidades más remotas del campo para dictarles talleres de prevención en salud a las madres líderes de los poblados y de paso llevar un registro de que los planes de salud pública estuvieran logrando lo establecido por el hospital del asentamiento. El papel de Robert como promotor de salud es clave, pues no sólo sirve de intérprete gracias a que habla inglés, francés y al menos dos lenguas locales de República Democrática del Congo, sino que se ha capacitado para liderar en campo las actividades que las madres líderes deberán reproducir con las otras mujeres de su zona.


Robert y su familia

Aunque Robert vive solo tiene una familia muy joven que lo espera en Estados Unidos y por eso se esfuerza por mantenerlos presente en su vida cotidiana. Su casa está decorada con varias fotos de su esposa y su hijo, quienes fueron reasentados allí hace poco. Mientras tanto él espera, trabaja y se informa sobre cómo va a ser esa vida allá en América. Dice que prefiere un lugar pequeño, no una ciudad y que sea en algún estado del norte, como Nebraska o Dakota. Un amigo suyo le ha dicho que allá se consiguen mejores trabajos. Mi amiga Taylor y yo le insistimos en que una ciudad más grande puede ser más abierta a recibir extranjeros. En el fondo lo que pensamos es en lo que significa ser africano, refugiado y negro en un America que intenta hacerse great again. Nos da miedo, pero le deseamos lo mejor y que pueda reunirse pronto con los suyos.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Llevo un buen rato tratando de digerir toda la información. No logro imaginar lo fuerte que debió ser para ti, y a pesar de todo, suena como una experiencia muy bonita.

Me encantó la parte de los proyectos artísticos. Tremenda la canción. El último párrafo es demoledor y como bien dices solo queda desearle lo mejor a Robert.

Sigo sin palabras, la verdad. Qué bueno que hayas compartido esto.
laurabogotana ha dicho que…
Gracias por leerlo. Es verdad que es mucha información. Por algún lado tenía que empezar.

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