Más evidencias del mundo globalizado

Hace un par de semanas iba en el carro con mi querido amigo, el Médico-disidente. Escuchábamos un programa en la radio sobre los últimos estrenos de cine, mezclado con algo de música de películas, cuando sonó esta canciónHablamos de Raphael y él me confesó su profunda admiración por la voz del ídolo de la década de 1970. A mi amigo la afición le venía desde su mamá que, como miles de mamás en Latinoamérica y España se enamoraron de este señor. 

Luego de prometerle que no le iba a contar a nadie que a él le gustaba Raphael, nos reímos de la teatralidad de los cantantes de esa época y agradecimos que nuestros gustos y opciones musicales fueran distintos. Aquí, mi amigo Médico-disidente concluyó que la globalización algo bueno tendría que traer y eso en este caso era habernos permitido conocer la música de otras latitudes. Sin globalización estaríamos escuchando La oreja de Van Gogh, Alejandro Sanz o cualquier otro grupo españolete de medio pelo. Yo estuve de acuerdo. 

Y así voy por mi pequeño mundo dándome cuenta de cómo la globalización me toca en los detalles más simples de la vida y en los menos esperados. Por ejemplo hoy. Estaba comprando una chaqueta en un local de ropa china (esto no tiene nada de novedoso) a donde van los más proletarios de esta ciudad: en San Victorino. Por culpa de mis graves problemas de indecisión no conseguía escoger una u otra chaqueta. Me encontraba en mi dilema cuando una mujer de más de 35 años, en embarazo y con pinta de ser más colombiana que una aguadepanela y a la cual yo clasificaba en mis prejuicios inevitables en clase media-baja bogotana, me dijo: Esa chaqueta le queda muy linda. La otra no, porque le queda apretada. Y si esta le queda muy suelta ¡Para eso están los Sastres!, como dicen Stacy y Clinton.

Mi sonrisa entre cómplice y agradecida no se hizo esperar. La verdad me hizo mucha gracia que la mujer conociera y tratara con tanta familiaridad a los dos personajes que más me gustan de mis miércoles de ultra frivolidades televisivas.



Un grupo de radicales indignados me apedrearían por defender la globalización, más por estos argumentos tan irrelevantes, pero yo agradezco de forma muy frívola el tener idea de la existencia de otros mundos. 


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