Y se llevó el gorro

Salió a fumarse un cigarrillo y la vio. Eran casi las seis de la mañana. Como todo fumador con suerte, usó la excusa del fuego para tener algo de qué hablar. Estaba despechada, un poco ebria; por una mujer, además. Había salido corriendo de su casa por una pelea de la que no quiso hablar. Se dijeron todo lo trascendental. Se entregaron sin reservas y sin asco, justo como a él le gusta. Se comieron enteros. Se amaron por unas horas. Se dijeron cuan extrañados estaban de la comodidad de sus cuerpos, uno junto al otro. Se dijeron que nunca se olvidarían.

Ella quiso adornarse la cabeza con el gorro que él tenía. Hacía frío pero ya había suficiente luz.

-Creo que vas a ser mi refugio cuando el sol decida apagarse.
-Todavía hay sol y ya me tengo que ir.

Se llevó el gorro, me dice el Cosaco cuando me lo encuentro, todavía con la historia fresquita. "No me dio su número. ¡Jueputa, creo que me enamoré! ¿Cómo la voy a encontrar?"

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