Las ideas

Estaba embebida en mis pensamientos, no se callaban ni un segundo. De pronto miré a mi alrededor y vi los rostros de los que me rodeaban, ahí comprendí que los pensamientos no se callan; nos callamos nosotros, detenemos nuestros pensamientos labios para que no se abran y así retengan del escape cada idea que nos ronda. Entonces ellas se quedan, permanecen en nuestras cabezas, pero no sólo ahí. Viajan por todo nuestro cuerpo demostrando su poder de supervivencia, su capacidad de perdurar. Aparte de la cabeza se alojan en el pecho, en las piernas y de forma constante en el estómago. Se mueven itinerantes y crean una maraña que se renueva en cada sueño que tenemos.

Nostalgia, impaciencia, orgullo, indiferencia, ternura, deseo, ansiedad, se conjugan en miles de combinaciones y recrean nuestra mente aprovechando la soledad, incluso cuando nos rodeen otros humanos. Tal vez no se quieren escapar como pensé en un principio, de pronto sólo salen en una charla o en un discurso o en cualquier oportunidad que se les antoje -a algunos se les escapan y hablan en voz alta, solos por las calles y a esos los llaman locos.

Así que salen, se manifiestan para luego volver a entras en nuestros cuerpos. Cada persona en ese bus era presa de sus ideas; dormidos o despiertos eran escenario de toda clase de historias privadas. Llamaban mi atención los que permanecían con los ojos abiertos. Aunque inexpresivos, a algunos de repente un gesto de su cara o de otra parte de su cuerpo los convertía en pruebas fidedignas de la actividad imparable de esas ideas anfitrionas. Pensé entonces en el ensordecedor ruido que provocarían si cada uno de nosotros abriera la boca y por allí sin control alguno, salieran a mostrarse unas a otras. Compartirían y debatirían o tal vez sólo gritarían de forma egoísta en un monólogo sin sentido. Quizás otras sólo decidieran habitar otro cuerpo, otra mente.

Comentarios

Entradas populares