Mandémonos cartas

Hace un par de días tuve una clase en donde hablamos de las cartas de los migrantes europeos en Estados Unidos en el Siglo XIX. El énfasis del profesor estaba en las cartas y los diarios como fuente histórica para conocer del pasado. Al final la preocupación del profesor estaba en que ahora ese tipo de registros escasamente existen, por no decir que desaparecieron. La contradicción es que ahora tenemos el chat, Skype y FaceTime, comunicación inmediata y cotidiana, pero ya no tenemos diarios tangibles, ahora peligran nuestras memorias. Nadie imprime fotos, nadie manda cartas, nadie envía postales (bueno, a veces, algunos).

En una de las electivas que tomé hace unos años en la universidad aprendí a hacer papel reciclado. Fue una de mis clases favoritas en toda la carrera. Al aprender sobre la cultura del papel llegamos a la misma conclusión: los archivos digitales se vuelven obsoletos, se borran, se dañan. Es curioso, pero perdura más el papel. Además, si nuestras conversaciones son tan instantáneas como ahora, en muchos sentidos se quedan en lo trivial. Agradezco tener a la distancia de un mensaje a los que quiero, pero todo queda así de corto, de fragmentado. Hoy hablamos del clima, de la última noticia, de los planes para el fin de semana. Pocas veces en nuestros mensajes quedan nuestros pensamientos ordenados, repasados. Poco queda de lo que sentimos, lo que experimentamos, lo que pensamos de eso cotidiano. Al final no es sólo que no tengamos registros impresos, es que nuestros registros han cambiado drásticamente. Claro, la imagen, el mensaje, el chat, todo eso queda, pero queda en el aire, en la web. Así que impriman fotos, escriban, manden cartas (al menos correos electrónicos), escriban diarios, tómense (tomémonos) el tiempo de escribir un poco. Escribir no es solo dejar registro, por supuesto. Es también una forma de cerrar el ciclo de lo vivido, de reflexionar y dejar algo para mirar si se quieren más adelante. Puede que esa sea la ventana al pasado que tendrán los historiadores del futuro, aunque por ahora será nuestra la ventana a nuestra vida.

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